La excelencia es fruto de la preparación y la autoconfianza, permitiéndonos destacar como profesionales y alcanzar nuestros objetivos
En más de una ocasión, he explicado que la excelencia es una actitud ante la vida, una manera de ser que nos define en cualquier área de nuestra vida y que procura dar siempre lo mejor de nosotros mismos y, para ello, procuramos mantenernos actualizados en nuestro sector profesional y también trabajamos en nuestro crecimiento personal para potenciar las habilidades y recursos que nos permitan dar la mejor versión de nosotros.
«Somos lo que hacemos día a día. De modo que la excelencia no es un acto, sino un hábito» Aristóteles
Excelencia versus Perfeccionismo
Uno de los principales aspectos que trabajo con mis clientes para mejorar su desempeño profesional es la diferencia entre perfeccionismo y excelencia.
El perfeccionismo lo entendemos como esa necesidad de querer hacerlo todo perfecto, sin cometer el más mínimo error, pensando que podemos llegar a tener todo bajo control y sin aceptar el más mínimo margen de error. Trabajar bajo esa premisa nos acarrea mucha presión y estrés porque, tenemos que aceptar que la perfección absoluta no existe.
Las personas perfeccionistas son muy autoexigentes y críticas consigo mismas, poniendo siempre la atención en lo que hacen mal y siendo, muchas veces, incapaces de ver aquello que hacen bien. Incluso cuando los demás las felicitan por sus logros, se sienten incómodas y no merecedoras de los mismos. En cambio, cuando alguien les hace alguna observación sobre algún aspecto a mejorar, lo viven muy mal porque son muy susceptibles a las críticas, aunque éstas sean constructivas, pues lo interpretan como un fracaso y se cuestionan su valía.
Por tanto, el perfeccionismo es propio de personas inseguras y con poca autoestima que buscan la aprobación constante de los demás y piensan que, por mucho que lo intenten y se esfuercen, nunca van a estar a la altura. La búsqueda de la perfección resulta a ser enfermiza y son sus peores críticos.
Y ¿Qué sucede con la excelencia?
«Nunca pares, nunca te conformes, hasta que lo bueno sea mejor y lo mejor excelente»
Parece que esta frase nos puede conducir a confusión porque habla de no conformarse con lo que logramos, de que si hemos conseguido algo bueno, trabajemos para que este sea mejor y cuando ya lo hayamos logrado, busquemos la excelencia.
Pero si os fijáis la búsqueda de la excelencia no es resultado de buscar la aprobación o el aplauso de los demás, sino que es un fin en si misma porque representa un afán de superación personal. Es, en este sentido, que antes he afirmado que es una actitud y una manera de vivir, La persona excelente se considera una aprendiz, estará abierta a incorporar nuevos conocimientos, nuevas habilidades para mejorar como persona y como profesional.
El aplauso o el reconocimiento no es un fin para ella, sino que será el resultado de su trabajo y de ese espíritu de superación, será algo que vendrá como reconocimiento a quién es y a lo que aporta a los demás con su manera de hacer y de ser.
En su búsqueda de la excelencia, se preparará, cultivará su mente, forjará una autoestima sólida, será una persona con una gran madurez emocional y brillará por su carisma, convirtiéndose en un referente a seguir.
En el mundo de la oratoria, conocemos a excelentes comunicadores como Barak Obama o Nelson Mandela, pero conseguir ese nivel de excelencia no es fruto de un don innato o del azar. Como afirma el gran experto en Oratoria, Norberto Malatesta, en su artículo No es magia: «Con organización y preparación es posible que puedas destacarte cuando te toque hablar en público y dejes una buena impresión en quienes te escuchan. El éxito de una presentación comienza a ponerse en juego desde el proceso mismo de la preparación, y es preciso tener en cuenta una serie de sugerencias que aseguren el resultado esperado por el orador».
Y en el artículo mencionado, Norberto Malatesta nos enumera paso a paso los aspectos que tenemos que tener en cuenta para realizar una presentación exitosa: tener claro nuestro objetivo, la audiencia, el guión, las diapositivas, ensayar las veces que sea necesario nuestro discurso, llegar temprano al lugar donde realizaremos la charla para familiarizarnos con el lugar y comprobar que todo funcione correctamente, hablar en un tono claro y sencillo,…
¿Cuántas factores a tener en cuenta? ¿Cuántas horas que invertir? ¿Cuánto esfuerzo? Y todo para una presentación que durará como mucho dos horas. ¿Merece la pena tanto trabajo y dedicación?
Es en estas preguntas, sobre todo en la última, en ese ¿Merece la pena tanto trabajo y dedicación? donde encontramos la diferencia entre la excelencia y la mediocridad
El orador excelente ni se planteará esta cuestión, simplemente se pondrá a trabajar en su presentación desde el momento en que se le invite a realizarla. En cambio, el orador mediocre pensará «Tengo tiempo, ya lo haré más adelante (…) total son solo dos horas. Si hace falta ya improvisaré».
¿Qué hay detrás de la mediocridad?
Pueden haber varios factores, los más habituales son: la pereza, un exceso de autoconfianza, una falta de motivación, no tener espíritu de superación, carecer de un propósito y de objetivos claros en la vida y la procrastinación, esa tendencia a dejar todo para última hora creyendo que tenderemos tiempo suficiente.
Sea cual sea el origen de la mediocridad, es algo de lo que tenemos que tomar consciencia y trabajar para lograr nuestros objetivos porque, lo que es evidente, es que en una economía tan competitiva y exigente como la actual, las empresas buscan el talento y para ello contratan a los mejores profesionales, a aquellos que buscan la excelencia.
Por tanto, te invito a que te respondas con total sinceridad a la siguiente pregunta ¿Buscas la excelencia o te conformas con la mediocridad?