Las crisis son algo habitual en nuestras vidas, aunque no nos guste reconocerlo. Ser conscientes de esta realidad y tener los recursos para hacerles frente es la mejor manera de superarlas
Todos hemos vivido en algún momento de nuestra vida alguna crisis bien personal o profesional. Puede ser la pérdida de un ser querido, una enfermedad, un divorcio, la pérdida del trabajo, un bache financiero,… Ante las crisis muchas personas se sienten perdidas, impotentes e incapaces de ver una salida a su situación.
Hay crisis que tienen relación con el paso del tiempo bien porque nos cuesta aceptar la pérdida de nuestra juventud o porque nos damos cuenta de que hemos llegado a la mitad de nuestra vida y no nos sentimos satisfechos con lo que hemos logrado. ¿Cuántas de las personas que me estáis leyendo os habéis preguntado qué he hecho con mi vida, dónde quedaron aquellos proyectos que tenía y que, por un motivo u otro, he ido aplazando? Son las llamadas crisis existenciales en las que nos cuestionamos todo lo que hemos conseguido y nos sentimos decepcionados con nosotros mismos.
En las llamadas crisis de los 40 o 50 años, he visto con frecuencia personas que se divorcian, que intentan empezar una nueva vida, que se compran coches deportivos o aquella moto que les conecta con su juventud. Todo ello en un inútil intento de llenar un vacío emocional.
Las crisis son momentos de la vida en los que te sientes perdido pero si sabes gestionarlas suponen el principio del encuentro contigo mismo
Crisis: ¿oportunidad o no?

La mayoría de las personas que acuden a consulta lo hacen porque están sufriendo una crisis y se sienten mal. Enfrentan un sinfín de emociones y de pensamientos que les hacen cuestionarse su manera de vivir y eso les incomoda porque no están acostumbrados a sentirse así. Aunque el verdadero problema es que nunca se han parado a escucharse y a prestar atención a sus sentimientos o necesidades. Viven inmersos en la vorágine del día a día, con numeras obligaciones y quehaceres y poco o nada de espacio y tiempo para el silencio o la reflexión.
La pandemia de la Covid19 es un buen ejemplo de ello. ¿Cuánta gente se quejaba de que no tenía tiempo para si misma, para leer, para pensar o simplemente para no hacer nada? Y cuando el coronavirus paralizó el mundo y nos vimos confinados en casa sin estímulos externos, a mucha gente se le cayó literalmente el mundo encima. «¿Y cómo lleno tantas horas de mi día? ¿Qué hago si no hay nada que hacer?»
Es la gran paradoja de la crisis, que muchas personas no son conscientes de que están mal o de que sus vidas no les satisfacen hasta que no sucede algo que las sacude y les obliga a parar. Me he encontrado con personas que han sufrido un ataque al corazón, que se han quedado sin trabajo o que sus parejas las han dejado y ha sido entonces cuando han empezado a replantearse ciertas conductas o decisiones. Hasta entonces iban haciendo, tal vez había algún pequeño indicio que hiciera presagiar la crisis pero lo acallaban con el ritmo frenético del día a día.
Las crisis siempre ponen de manifiesto asuntos o conflictos internos no resueltos
Cuando la crisis estalla y vienen a consulta se sorprenden y no entienden muy bien qué les está pasando. «¿Por qué me está sucediendo esto a mi? ¿Cómo no he sido consciente de que algo no iba bien? ¿Cómo he podido llegar a estos extremos? y todavía se sorprenden más cuando les comento que la crisis que están viviendo puede ser una oportunidad de cambio y de mejora para ellos.
Tenemos que abandonar el pensamiento dual propio de la cultura occidental: la crisis no son ni buenas ni malas, lo importante es lo que hacemos con ellas
En Occidente estamos acostumbrados a decir que hay situaciones, emociones, relaciones,… positivas o negativas. Tendemos a un pensamiento dual en el que las cosas son blanco o negro y eso nos genera mucho sufrimiento. Tenemos que ser conscientes de que las cosas son como son y lo importante es cómo las vivimos y que actitud tenemos frente a lo que nos está sucediendo.
¿Qué implica renunciar al pensamiento dual?
Muchas personas afirman que las crisis son oportunidades y posibilidades para crecer y evolucionar. En cambio, otras tantas las ven como algo insufrible y que les genera mucho dolor. ¿Cuál es la respuesta verdadera? En si misma, que la crisis sea una oportunidad o no dependerá de nosotros, de cómo interpretemos lo que nos está sucediendo y de dónde coloquemos nuestro foco de atención.
En la misma situación de adversidad, una persona puede focalizarse en los problemas y adoptar una actitud de queja y de victimismo mientras que otra se centrará en las posibilidades y buscar soluciones. Tomar una actitud u otra va a depender de nuestro nivel de consciencia, empoderamiento y madurez emocional.
Claves para afrontar con éxito las crisis
Uno de los principales errores que encuentro a diario en consulta es que las personas esperan a tener una crisis para empezar a introducir cambios en sus vidas, para revisar sus creencias y patrones conductuales y relacionales o para desarrollar una adecuada gestión emocional.
Cuando estalla la crisis y nos vemos ante la espada y la pared, ante la situación límites de «O cambias o cambias» porque no hay más alternativa, la persona se angustia mucho porque se siente que tiene que realizar una maratón contrarreloj. Evidentemente, la persona consigue superar su crisis y mejorar en todos los aspectos de la vida pero también se da cuenta de que se hubiera ahorrado mucho sufrimiento si no hubiera esperado a encontrarse en una situación límite para iniciar un proceso de autoconocimiento y de crecimiento personal.
Volviendo al ejemplo que todos tenemos reciente de la crisis provocada por la pandemia, las personas y las empresas que mejor han gestionado esa situación son aquellas que «tenían los deberes hechos»; es decir, que habían desarrollado habilidades de resiliencia, de adaptabilidad,… las llamadas habilidades blandas.
5 claves para prepararte para futuras crisis:
- Invierte tiempo y dinero en tu crecimiento personal
- Trabaja tu autoconocimiento, empoderamiento y liderazgo personal
- Aprende a gestionar de manera adecuada tus emociones
- Entrena tu resiliencia y capacidad de adaptación a los cambios
- Desarrolla un pensamiento optimista y una mente flexible
Recuerda, no esperes a que la crisis aparezca, porque sin duda aparecerán pues forman parte de nuestras vidas pero cuando lo hagan, procura estar lo más preparado posible, De esta manera, te evitarás un sufrimiento a menudo innecesario y tendrás más posibilidades de ver los aspectos positivos de toda crisis.