Que estamos ante una realidad sin precedentes es ya un hecho incuestionable. Vivimos una situación que nadie podía imaginar y que nos ha conectado con nuestra vulnerabilidad. Se nos ha roto cualquier ilusión de control y el concepto de realidad líquida se ha impuesto. Tenemos enfrente a un nuevo desafío: los retos de una realidad líquida.
Las personas, para sentirnos confiadas y emprender proyectos personales y profesionales, necesitamos “sentir” que tenemos la situación bajo control. Que nuestra realidad sea predecible y que, por tanto, podamos prever las consecuencias de nuestras decisiones y acciones. Por decirlo de otra manera: nos sentimos más cómodos cuánto más riesgo tenemos bajo control.
La realidad líquida
El concepto de sociedad líquida, modernidad líquida o amor líquido fue acuñado por el sociólogo Zygmunt Bauman. Hace referencia al momento actual que vivimos en el que no existen realidades sólidas como las de nuestros abuelos. Ya no existe un trabajo para toda la vida ni parejas que envejecen juntas. Vivimos realidades cambiantes, sin verdades absolutas. Situaciones que fluctúan y que nos obligan a abrir nuestra mente. A adaptarnos y a reinventarnos.
Actualmente, es muy frecuente que no trabajemos de lo que hemos estudiado o que tengamos varios trabajos a lo largo de nuestra vida. Eso implica que necesitemos estar formándonos de manera continuada para adaptarnos a las nuevas demandas del mercado,…Todos conocemos jóvenes y no tan jóvenes que después de graduarse no consiguen entrar en el mercado laboral. En algunos casos, incluso se tienen que ir al extranjero.
Vivimos una realidad cambiante. El concepto estabilidad se ha diluido. Los cambios son vertiginosos y el progreso tecnológico es imparable. Los conocimientos académicos no son suficiente para enfrentar lo retos de nuestra realidad. Necesitamos desarrollar una gran capacidad de adaptación al cambio, de apertura mental, de flexibilidad, de pensamiento crítico, de creatividad y de tolerancia a la incertidumbre.
Una realidad más líquida que nunca
Si un mes atrás nuestra realidad ya era líquida, a fecha de hoy, con la crisis sanitaria provocada por la pandemia del coronavirus y el parón económico consiguiente, los niveles de incertidumbre respecto al futuro se han elevado a niveles inimaginables.
Por ello, podemos afirmar que vivimos ante una realidad más líquida que nunca. Una situación totalmente nueva e inesperada que va a requerir que desarrollemos una gran capacidad de resiliencia.
Algunos datos económicos
La CEOE ha presentado hoy, 8 de abril, sobre el impacto en España de la pandemia del coronavirus. El PIB caerá entre un 5% y un 9% en 2020 por el COVID-19 y el paro crecerá en más de medio millón de personas.
En este escenario, se perderán 445.300 ocupados en términos de EPA, un 2,3% menos en media anual, y la tasa de paro crecerá del 14,1% al 16,5%, con un incremento del paro en 560.400 personas, hasta situarse en 3,8 millones.
La aparición de la COVID-19 y su rápida propagación por todo el mundo ha provocado una crisis sanitaria y un colapso económico sin precedentes.
Centenares de personas no saben cuál va a ser su futuro laboral, se enfrentan a un futuro incierto que tiene efectos incluso sobre su identidad. Autónomos, pymes, trabajadores que hasta ahora tenían un determinado status social y poder adquisitivo se enfrentan ahora a una gran inseguridad, pues sus logros conseguidos a lo largo de su vida pueden perderlos de la noche a la mañana.
Y lo mismo sucede con los jóvenes, si ya antes les era muy difícil encontrar trabajo o el que conseguían era precario, ¿qué futuro les espera ahora?
Todos hemos conectado con una cruda realidad: nuestra vulnerabilidad y la certeza de que no hay nada seguro.
¿A qué retos nos enfrentamos?
Bajo mi punto de vista, nos enfrentamos a dos retos que se relacionan entre sí, el personal y el profesional. Y se relacionan porque mi estado emocional va a repercutir en mi desempeño profesional. Si mi estado anímico es bajo, si percibo el futuro desde el miedo y la impotencia, me va ser muy difícil emprender, buscar alternativas, tomar decisiones y pasar a la acción.
Por ello, el primer reto es personal y se centra en una adecuada gestión emocional para evitar caer en el desánimo, en la desesperación, en el miedo y en la desesperanza.
Mantener un buen estado de ánimo y una actitud positiva y proactiva es esencial para desarrollar la resiliencia, la capacidad de sobreponerse y hacer frente a las adversidades.
El segundo reto es profesional y se centra en el autoconocimiento y en la acción. Saber cuáles son mis fortalezas, mis habilidades, mi factor diferencial, aquello que me hace único y que aporta valor a la sociedad.
¿Qué podemos hacer?
El panorama actual con un aumento del paro, con la irrupción de las nuevas tecnologías y la inteligencia artificial que sustituye empleos por máquinas, nos exige repensarnos a nivel profesional, buscar aquello que podemos ofrecer al mercado y que no pueda ser ejecutado por un robot. Estamos en el mundo del conocimiento, de las experiencias, de la comunicación.
Probablemente estemos también ante un cliente más exigente que, ante el exceso de información y de oferta, busca profesionales que ofrezcan productos o servicios que le generen confianza, que vean una marca personal sólida y auténtica con unos valores coherentes.
La marca personal cobra una gran importancia para diferenciarnos de nuestra competencia
Por tanto, es un buen momento para repensarnos, para averiguar qué es lo que nos hace únicos, qué valor podemos aportar, cómo comunicar nuestros valores, cómo ganarnos la confianza de nuestros clientes y cómo fidelizarlos.
Para después pasar a la acción y diseñar nuestro plan de empresa y salir al mercado pero no a vender sino a ofrecer soluciones para generar ese vínculo de confianza.
Los procesos de coaching con sus asesorías personalizadas y formaciones os pueden ayudar a responder a los retos de una realidad que se vuelve cada vez más líquida.