Todos nosotros nos hemos sentido en alguna ocasión desmotivados, sin ilusión y sin ganas de hacer nada.
Es una situación que si es pasajera no es preocupante. Hablamos de apatía cuando esta circunstancia se vuelve habitual y la persona que la sufre no siente interés alguno por los distintos aspectos de la vida, mostrándose indiferente hacia todo, sin ganas de relacionarse ni de realizar actividad alguna.
La persona se siente desconectada a nivel emocional, le cuesta concentrarse y pensar y hay un desánimo generalizado que la lleva a la desesperanza. En casos extremos, se puede llegar a la inacción y a la dificultad de tomar decisiones.
La apatía puede llegar a ser una situación muy paralizante que nos afecta tanto a nivel cognitivo, dificultando nuestra atención como a nivel afectivo y emocional sumergiéndonos en un letargo en el que parece que nada de lo que pase nos importe realmente.
Por ello, es importante que conozcamos qué la está originando para ponerle solución cuanto antes.
La apatía puede tener su origen en distintas causas. Algunas de ellas pueden ser de origen físico como las causadas por problemas de tiroides, por determinadas infecciones, por lesiones cerebrales provocadas por accidentes traumáticos o las que indican un posible inicio de demencia, entre otras. Todas ellas deben ser valoradas por un médico especialista que haga el diagnóstico y prescriba el tratamiento a seguir.
Por ello nos vamos a centrar en la apatía que tiene su origen en factores psicológicos y ambientales. Entre los primeros, podemos citar el trastorno bipolar y la depresión que también requieren un tratamiento específico por el profesional adecuado.
En muchas ocasiones, la apatía puede ser consecuencia de situaciones de mucho estrés, en las que nos vemos desbordados y sometidos a mucha presión. También situaciones adversas o traumáticas como la pérdida del trabajo, la muerte de un ser querido, padecer mobbing,… nos pueden generar un estado de ansiedad intensa que nos haga sentir desesperanzados y faltos de ilusión y de vitalidad. Ante estas situaciones de sufrimiento extremo, la persona puede llegar a sentir que nada tiene sentido y que no puede hacer nada para mejorar la situación. Es entonces cuando se sumerge en una especie de letargo y de inactividad, desconectándose a nivel emocional y afectivo. De alguna manera, la apatía y el hecho de no sentir nada, llega a ser una manera de protegerse del sufrimiento extremo que está viviendo.
Asimismo, la apatía puede tener su origen en el sistema de creencias de la persona. Son personas pesimistas, que no confían en si mismas, que no se valoran lo suficiente y que piensan que no tienen el control de sus vidas. Su pensamiento es: ¿para qué voy a pasar a la acción si no lo conseguiré? Ya se han dado por vencidas antes de intentarlo. En estos casos, tenemos buscar el origen de esas creencias en los mensajes recibidos en la infancia o en un historial de fracasos que lleva a la persona al desánimo.
Esa desconexión emocional y esa apatía la sumerge en un a espiral descendente, pues cuanto más apática está la persona, más se hunde. Por ello, es importante, que la apatía se ataje desde los primeros síntomas y que la persona pida ayuda a su familia y amigos y si es necesario a un profesional.
Síntomas de apatía
Generalmente, la apatía se manifiesta como una falta de interés generalizada por los distintos ámbitos de la vida y por una afectividad plana, siendo incapaz de sentir las emociones, tanto las placenteras como las dolorosas. La persona se muestra desmotivada, con serias dificultades para fijarse objetivos y cumplirlos y se presenta cansancio tanto a nivel físico como mental.
A nivel conductual
La persona no mostrará interés por las actividades que antes realizaba de manera normal, todo se le hará una montaña e intentará reducirlas al máximo, limitándose a pasar el rato y a distraerse con actividades como mirar la televisión o navegar por Internet. Su abatimiento es tal que evitará todo aquello que le suponga un esfuerzo porque no se siente con ánimos de intentarlo.
Todo ello tendrá repercusiones en su rendimiento bien sea académico o profesional pudiendo tener graves consecuencias como problemas en el trabajo e incluso el despido.
Asimismo, esa inacción puede tener consecuencias en sus relaciones interpersonales ya que la persona deja de cumplir con sus obligaciones y sus compromisos.
A nivel emocional
Como ya hemos comentado, hay una incapacidad para sentir las emociones, que se traduce en una falta de pasión, en una indiferencia e incluso insensibilidad hacia los problemas o sentimientos de las personas que le rodean. Ese estado emocional plano y desinterés por todo lo que le rodea también puede provocarle problemas en las relaciones interpersonales.
A nivel cognitivo
La persona apática presenta un gran pesimismo y sentimiento derrotista pues cree que no vale la pena esforzarse porque no conseguirá cambiar la vida que tiene.
Consejos para superarla
Como hemos comentado, vamos a centrarnos en la apatía que tiene su origen en factores psicológicos y ambientales como el estrés o la ansiedad y en el sistema de creencias. La apatía con causas físicas u orgánicas debe ser tratadas por médicos especialistas.
- Si alguien de tu entorno, o tu mismo, muestra síntomas de apatía, poner remedio cuanto antes, evitará que ésta se agrave o se cronifique.
- Llevar una dieta equilibrada que nos aporte todas las vitaminas y nutrientes que necesitamos.
- Realizar deporte o actividad física nos ayudará a regular nuestro estado de ánimo.
- Dormir las horas necesarias para asegurarnos un buen descanso.
- Evitar los factores estresantes que pueden desencadenar la apatía y aprender técnicas de gestión del estrés como la respiración consciente, el yoga o la meditación.
- Dedicarnos tiempo a nosotros mismos para relajarnos y desconectar, haciendo aquellas actividades que nos gusten como leer, escuchar música, pasear por la montaña,…
- Introducir cambios en nuestro estilo de vida que rompan con la rutina como probar cosas nuevas, apuntarnos a excursiones para conocer sitios nuevos, hacer nuevas amistades, planear un viaje,…
- No aislarnos, rodearnos de aquellas personas que nos quieren y dejarnos cuidar.
- Revisar y cambiar nuestro sistema de creencias con técnicas como el Análisis Transaccional que nos ayudarán a valorarnos, querernos y sentirnos capaces.
- Profundizar en nuestro autoconocimiento nos ayudará a descubrir cuáles son nuestros valores y las cosas que realmente nos motivan, lo cual nos ayudará a establecernos objetivos en la vida y a sentirnos autorealizados.
Por último, si a pesar de poner en práctica estos consejos, la apatía persiste, es el momento de buscar ayuda profesional para volver a recuperar la ilusión y las ganas de vivir.