El miedo, una de las emociones más generalizadas y que en muchas ocasiones nos hace perder oportunidades tanto a nivel personal como profesional
¿Quién no ha sentido miedo alguna vez? Miedo a no ser querido, a no conseguir ese puesto de trabajo que tanto deseamos, a suspender un examen, a que se acabe una relación, a que no vaya bien nuestro negocio, a hablar en público, a enfermar, a perder un ser querido,…
El miedo es una emoción primaria que compartimos con el resto de animales y que nos alerta de un posible peligro que amenaza nuestra integridad y hace que nos pongamos alertas, segregando una serie de hormonas que preparan a nuestro cuerpo para la defensa, la huida y el ataque.
Por tanto, sentir miedo es algo normal y precisamente gracias a esta emoción la especie humana ha sobrevivido. Si no sintiéramos miedo, no percibiríamos los peligros y nos pondríamos en situaciones que podrían comprometer nuestra vida: conductas temerarias, sobrevalorar nuestros recursos y capacidades. Por ejemplo, si en plena noche nos encontramos con un grupo de cuatro o cinco personas que nos quieren robar y nos amenazan con navajas, el miedo nos protege de la situación evitando que nos enfrasquemos en una pelea en la que tenemos todas las de perder y acabar malheridos o muertos.
Distintos tipos de miedo
Desde el punto de vista del Coaching Transaccional, hablamos de emociones auténticas y emociones inauténticas tal y como explico en mi artículo ¿Cómo sería tu vida si no tuvieras miedo?, las primeras son aquellas que son adecuadas y proporcionadas a la situación y las segundas son las que no son ni adecuadas ni proporcionadas a la situación que estamos viviendo.
Cuando el miedo es auténtico cumple una función adaptativa que nos permite sobrevivir a la situación. En cambio, cuando el miedo es inauténtico se trata de un miedo patológico.
Cuando sientes miedo ante una entrevista de trabajo, una reunión de equipo, la posibilidad de que tu pareja te deje,… no estamos ante un peligro real de supervivencia. Tú sientes miedo porque tu mente te está diciendo que hay un peligro: no conseguir el puesto de trabajo y, por tanto, la seguridad económica que deseas, quedar mal ante tus compañeros en la reunión por n so saber expresar con claridad tus ideas, que tu pareja deje de quererte y se vaya con otra persona.
Si te das cuenta, en todos estos supuestos, el miedo no consecuencia de una respuesta primaria de supervivencia, sino que entran en juego toda una serie de pensamientos y creencias: «No soy bastante bueno», «Seguro que hay personas mejor preparadas que yo», «No me expreso con claridad y no se me entiende», «Seguro que mi pareja conoce a alguien más interesante que yo»,…
El denominador común en todos los supuestos expuestos anteriormente, es que el miedo no proviene del exterior sino que es fruto de nuestro propio diálogo interno que nos provoca inseguridades y temores que pueden llevarnos al bloqueo y al autosabotaje.
Si dejas salir todos tus miedos, tendrás más espacio para vivir todos tus sueños
Como muy bien explica, mi compañero y experto en Oratoria, Norberto Malatesta en su artículo Que el miedo no robe nuestros sueños: «Son muchos a los que les gustaría hablar en público, pero se sienten paralizadas por el miedo, la duda, el qué dirán y otras tantas cosas por el estilo. La excusa más común para no hablar en público es el miedo escénico. Y es comprensible. Pero si esperas quitarte el miedo para comenzar a hablar, nunca lo lograrás, porque el miedo siempre está. No te preocupes por él, preocúpate por gestionarlo y no dejarte dominar por el miedo» y añade: «Es más, no hables de miedo, ¿miedo a qué? Habla de responsabilidad y te sentirás mejor».
El miedo es nuestro peor enemigo porque nos impide avanzar y conseguir nuestros objetivos personales y profesionales ¿Cuántas oportunidades y experiencias has dejado perder por culpa de tu miedo? Y lo peor es que justificamos el postergar nuestros sueños con tal de no enfrentar nuestros miedos y tomar las riendas de nuestras vidas.
Del otro lado de tus miedos, está la vida
Claro que todos hemos sentido miedo alguna vez, porque todos nosotros, repito TODOS hemos recibido e incorporado en algún momento de nuestra infancia y adolescencia creencias que nos limitan, que nos impiden confiar en nosotros mismos, probablemente algún compañero del colegio se burló de nosotros o no nos sentimos suficientemente apoyados por nuestros padres o nuestros profesores, sufrimos un desamor que nos dejó «tocados»,… TODOS tenemos una historia personal y una mochila con bloqueos emocionales que cargamos, pero es nuestra responsabilidad mirar de frente a nuestros miedos y gestionarlos porque la vida con miedo, no es vida, es supervivencia.
La persona valiente no es aquella que no tiene miedo, sino la que actúa a pesar de sus miedos
Por ello, la próxima vez que sientas miedo ante la perspectiva de perseguir tus sueños, pregúntate ¿Qué es lo peor que puede pasar?. No intentes obviar ese miedo, tienes que hacerte amigo de él, mirarlo de frente y ver qué información tiene que darte porque él te indicará las creencias que tienes que cambiar para poder llegar a conseguir aquello que te propongas.
Trabajar tu miedo y cuidar la manera en que te explicas aquello que te provoca temor te va a ayudar a superarlos porque recuerda que las palabras crean tu realidad. Por ello, tanto Norberto Malatesta como yo cuando trabajamos con personas que quieren vencer su miedo a hablar en público, les invitamos a sustituir la palabra miedo, por respeto y responsabilidad
¿Por qué? La respuesta es sencilla: el público no resulta una amenaza para ti como orador, no es tu enemigo, es un grupo de personas que quieren escucharte porque eres una autoridad en tu profesión. El «miedo» que sientes es un producto de tu mente que se anticipa a todo lo que puede salir mal, que desea tener el control de todo, que piensa que no es suficientemente bueno, que busca la aprobación en su mente, que tal vez padece el síndrome del impostor,… tu miedo no está en el exterior, está en tus pensamientos.