¿Cuántas veces has tenido sueños que has ido abandonando a lo largo de tu vida por miedos; al qué dirán, al fracaso, a no sentirte suficiente capaz,…?
Te voy a contar una historia: Ana era una niña que tenía un sueño: de mayor quería ser locutora de radio. Le encantaba contar historias. En el patio del colegio reunía a sus amigas y les contaba relatos apasionantes. Se sentía feliz viendo las caritas de sus compañeras que la escuchaban con fascinación, totalmente entregadas a su discurso.
Por las noches, ya en su habitación, practicaba imitando a los grandes locutores de radio y se dormía imaginándose a ella de mayor con su propio programa y dando conferencias sobre la importancia de la comunicación y todos los beneficios que una buena oratoria tiene en distintas profesiones.
Actualmente, Ana trabaja en el Departamento de Contabilidad de una importante empresa internacional, se gana muy bien la vida pero no se siente feliz porque sentía que había renunciado a sus sueños.
¿Qué le había sucedido a Ana para que renunciara a sus sueños?
A medida que iba creciendo fue aparcando sus sueños, sus padres le decían: «Ana, tienes que ser realista y buscarte un buen trabajo que te dé estabilidad», «Hay personas mejor preparadas que tú y que dominan el arte de hablar en público», «lo tuyo es un hobbie con el que disfrutabas de niña pero ahora eres adulta. Mejor que dejes de soñar y te centres en tu futuro». Y, poco a poco, fueron sembrando en Ana la semilla de la inseguridad y de los miedos.
Deja de lado tus sueños, crece y céntrate en tu futuro
«Abandona tus sueños y sé una persona adulta», la peor frase que le podemos decir a un niño porque le estamos diciendo que renuncie a sus sueños, que lo que realmente le apasiona no tiene valor, le estamos diciendo que deje de creer en si mismo y que empiece a llevar una vida que le es totalmente extraña.
Y esa personita empieza a tener miedos: miedo a defraudar a sus padres, miedo a ser un fraude, miedo a no poder ganarse bien la vida, miedo a fracasar, miedo al miedo y deja de intentarlo, resignándose a una vida que no le satisface y para calmar ese malestar interno se dice a si mismo frases del tipo: «cuando tenga suficiente dinero, perseguiré mis sueños», «cuando mis hijos sean mayores y ya no dependan de mi, lo intentaré», «cuando me jubile, podré dedicarme a lo que me apasiona» pero ese mañana nunca llega porque como dice Norberto Malatesta, experto en oratoria en su artículo; Inténtalo ahora, porque más tarde puede ser nunca: «Un sueño sin acción es sólo eso; un sueño. Si tienes un sueño inténtalo ahora«
Deja atrás tus miedos y persigue tus sueños
En el mismo artículo, Norberto Malatesta afirma: «No permitas que tus miedos te bloqueen; a los miedos les encanta robar sueños, por eso comienza a decidir ahora y a tomar las acciones necesarias para dar el siguiente paso. Recuerda que la mayor parte de las cosas que te rodean fueron alguna vez el sueño de alguien. Si las personas que soñaron no hubieran añadido la acción a la ecuación, sus visiones no serían algo real y el mundo sería diferente»
Como coach os puedo asegurar que, cuando las personas hacen balance de sus vidas de lo que más se arrepienten no es de los «fracasos» sino de haber renunciado a sus sueños, «lo que no me perdono es que ni siquiera lo he intentado» se lamentan.
Todos tus miedos te llevan a procrastinar pensando que siempre tendrás tiempo pero la vida es limitada y nos llenamos de excusas para justificar nuestra inacción e intentar calmar nuestra insatisfacción.
Los sueños son los que nos mantienen ilusionados y motivados, los que dan sentido a levantarnos cada mañana y hacen de ese día algo único. Pero eso sólo sucede si los pasamos a la acción, si desplegamos nuestros sueños en pequeñas acciones diarias que nos permitan comprobar que los estamos consiguiendo o, al menos, que estamos en el camino de hacerlos realidad.
Pero si los sueños se quedan solo en un deseo que nunca llega a materializarse pueden acabar siendo nuestra peor pesadilla porque siempre estaremos escuchando a una vocecita interna que nos recordará que no somos felices, que estamos renunciando a nuestra verdadera vocación y, en definitiva, que nos estamos traicionando a nosotros mismo.
¿Qué consiguió Ana renunciando a su sueño de ser locutora? ¿Satisfacer a sus padres? ¿Tener una estabilidad económica? ¿Acaso no hay presentadores de programas de radio y televisión o conferenciantes que se ganan muy bien la vida y son reconocidos por la sociedad? ¿Por qué renunciamos a nuestros sueños por miedos y vivimos según los criterios de otras personas?
La próxima vez que tengas un sueño y te sientas tentado a abandonarlo, pregúntate ¿Qué haría si no tuviera miedos? Y entonces, pasa a la acción. No esperes a un mañana que nunca llegará.