La actitud es un aspecto esencial para cualquier profesional si desea generar confianza e influir de manera positiva tanto en su equipo como en sus clientes
En una economía cada vez más globalizada y competitiva, es importante que como profesional te diferencies y destaques entre tu competencia. Las empresas buscan personas que sean capaces de persuadir, que generen confianza tanto entre las personas que integran su equipo como entre sus clientes, que aporten valor y se conviertan en referentes.
Para lograr destacar ya no es suficiente tener aptitudes, los conocimientos y habilidades son importantes sí, pero lo que va a marcar la diferencia es la actitud.
Los conocimientos y las habilidades suman, pero la actitud multiplica
¿Qué entendemos por actitud?
Podemos definir la actitud como el resultado de ciertos procesos cognitivos y experiencias personales en el plano afectivo y conductual de una persona.
En función de estos factores, la persona mostrará una u otra actitud frente a las distintas situaciones que se le presenten en la vida. Por tanto, también podemos definir la actitud como la manera en que se comporta o se relaciona la persona en cada momento.
Todos conocemos personas con una actitud muy positiva ante la vida, otras más pesimistas. Personas activas y entusiastas, personas más pasivas, personas más extrovertidas y también introvertidas, personas muy resolutivas y otras más dubitativas,…
La actitud de la persona va a hacer que tenga mayor o menor carisma y también que le sea más fácil o no lograr sus objetivos
Todos nosotros nos sentimos atraídos por personas optimistas, amables, de trato fácil, dispuestas a pasar a la acción, que muestren un interés auténtico por nosotros. Esas personas tienen una actitud que es carismática y son líderes naturales que pueden llegar a tener una gran capacidad de persuasión y de influencia.
Como bien señala el profesor de Oratoria Norberto Malatesta en su artículo La actitud marca la diferencia, “presentarte ante un auditorio con actitud no es un don, tampoco una cuestión de suerte, es producto de una decisión, porque la actitud la eliges tú”
Las personas con una buena actitud, positiva y activa, son las que persiguen sus sueños, tienen mejores relaciones personales y alcanzan el éxito en las distintos ámbitos de sus vidas
¿Qué es lo que determina que una persona tenga una actitud positiva o negativa?
Como ya he comentado anteriormente, la actitud es el resultado de ciertos procesos cognitivos y experiencias vividas por la persona. Por tanto, la podemos afirmar, en cierta medida, que la actitud se aprende.
Si hemos crecido en una familia que ha fomentado nuestra autoestima, que nos ha dado mensajes positivos, que ha confiado en nuestras posibilidades y nos ha brindado afecto y protección, fomentando nuestra iniciativa y autonomía, seremos adultos empoderados y con la confianza suficiente en nosotros mismos para hacer frente a los desafíos de la vida y para conseguir los objetivos que nos fijemos
Por el contrario, si hemos crecido en una familia con una actitud pesimista que sólo se focaliza en los problemas y en los peligros, que nos da mensajes negativos acerca de nosotros mismos y del entorno, seremos personas con una baja autoestima y con poca o nula confianza en nosotros mismos. Seremos personas con una actitud negativa y pesimista ante la vida que no se atreverá a perseguir sus sueños ni se sentirá capaz de dar respuesta a nuevos retos, manteniéndose en su zona de confort.
A lo largo de mi trayectoria profesional, he trabajado con centenares de personas para ayudarlas a cambiar su actitud negativa por otra más capacitadora. Hace poco hemos trabajado junto con Norberto Malatesta, experto en oratoria, capacitando a profesionales en el arte de hablar en público. Nos encontramos con alumnos que tenían un diálogo interno negativo en el que se repetían constantemente mensajes de «no soy capaz», «no valgo lo suficiente»,… y esas creencias autolimitantes se manifiestan en una actitud negativa y falta de energía incapaz de conectar con su público.
Como bien dice Norberto Malatesta en su artículo «La actitud marca la diferencia»; «La actitud ocupa un porcentaje muy importante en el éxito de un orador» ya que de su carisma, energía y entusiasmo, dependerá que conecte o no con su audiencia y que su mensaje deje una impronta emocional.
Todos hemos asistido a conferencias en las que nos hemos aburrido o el conferenciante no ha conseguido despertar o atraer nuestro interés porque su ritmo era monótono, su lenguaje corporal prácticamente inexistente y lo veíamos dubitativo o inseguro. Tal vez su mensaje era interesante y su discurso muy bien preparado, pero su actitud lo traicionaba.
Por el contrario, todos nosotros seguro que recordamos aquella persona que nos dejó huella, que nos impactó por su vitalidad, por su entusiasmo, por su manera de desenvolverse en el escenario. Y puede que su mensaje no fuera tan interesante como en el caso anterior, pero su manera de explicarlo nos cautivó, nos hechizó desde el primer momento y nos enamoró. Su actitud fue tan brillante que incluso tiempo después la recordamos con una sonrisa.
Por ello, tenemos que trabajar nuestra actitud revisando nuestro diálogo interno para detectar los mensajes y creencias negativas que nos estamos repitiendo a nosotros mismos y que lejos de empoderarnos, nos incapacitan.
Como he dicho anteriormente, la actitud es algo que aprendimos de niños pero haber desarrollado una actitud negativa no es una sentencia para toda la vida. Todo lo que hemos aprendido lo podemos desaprender, es nuestra decisión trabajar en nosotros mismos para desarrollar una actitud más positiva, enérgica y proactiva que nos permita lograr tolo que nos propongamos y ser más felices.